¿Te imaginas pagar por un juego y que te lo apaguen sin darte opción de jugarlo nunca más? Eso es justo lo que ha llevado a más de un millón de jugadores en Europa a firmar la campaña Stop Killing Games, un movimiento que busca frenar el cierre definitivo de juegos online sin ofrecer alternativas como modos offline o servidores privados.
La iniciativa nació gracias al youtuber Ross Scott, quien lanzó la voz de alerta después de ver cómo títulos completos desaparecían para siempre. Juegos como The Crew o Battleborn se convirtieron en ejemplos dolorosos: compraste el juego, lo tenías en tu biblioteca… pero no podías jugarlo jamás otra vez.
La presión ha sido tal que ahora un nuevo actor entra en escena: Video Games Europe (VGE), la organización que representa a los grandes publishers del continente. Y no están nada contentos. Según ellos, obligar a las compañías a mantener servidores activos o liberar el código para que otros los repliquen aumentaría los costos de desarrollo y pondría en riesgo la seguridad de las plataformas.
Pero el debate no es técnico: es ético. ¿Tienes derecho a seguir jugando lo que compraste? ¿O aceptas que tus juegos tengan fecha de caducidad?
Mientras tanto, algunos estudios ya están reaccionando. Ubisoft, por ejemplo, decidió lanzar The Crew 2 con un modo offline tras el escándalo por el cierre del primer juego. Y dentro del Parlamento Europeo, ya se discuten medidas que podrían obligar a los desarrolladores a garantizar el acceso a los juegos incluso si los servidores oficiales mueren.
Esto no es solo cosa de Europa. En Latinoamérica, muchos jugadores también han sentido el golpe de perder juegos por decisiones unilaterales. Con la cantidad de juegos live service que salen cada año, la pregunta es inevitable: ¿nos están vendiendo humo digital?
El movimiento Stop Killing Games ya no es solo un reclamo: es una batalla por el derecho a jugar. Y parece que apenas comienza.
