Buena parte de las monedas con las que miles de bogotanos alimentan la mendicidad en la ciudad terminaban en esos juegos. Pero el grueso del mercado se movía, por una perversa estrategia que pasaba por crear una doble adicción a los habitantes de la calle ya consumidos por las drogas: la del juego .
Parte del ‘cupo’ por los espejos, luces y boceles arrancados a los carros atrapados en los trancones del centro de la ciudad se pagaba en las mismas monedas usadas en las máquinas, además de dosis (‘bichas’) de droga. Así, los dueños de los temidos ‘ganchos’, que manejaban por igual venta de droga, prostitución, asesinatos y juegos ilegales, recuperaban parte de lo que pagaban por las autopartes robadas.
Las ganancias eran cuantiosas. Cada día, cientos de miles de monedas eran sacadas en bultos cuyo contenido se calculaba por peso .
Paradójicamente, el producto de las tragamonedas del ‘Bronx’ podía ser uno de los menos maquillados, pues no había autoridad que pudiera llevarles control. Pero en todo el país hay miles que funcionan aparentemente bajo las reglas, pero que en realidad son usadas para lavar plata del narcotráfico y otras actividades ilegales.
Esa es la explicación por la que en muchas tiendas de pueblos y ciudades los dueños de las máquinas pagan hasta 300.000 pesos mensuales de arriendo, sin importar que los apostadores escaseen o nunca lleguen.
La Policía y Coljuegos, la entidad estatal que controla los juegos de azar, han detectado en los últimos años un incremento de los aparatos en zonas con alto impacto del microtráfico. Hace un mes, Coljuegos y la Policía de Cúcuta decomisaron 96 de estos aparatos. Varios estaban instalados en la terminal de transporte de esta ciudad. En Cartagena se incautaron otros 53.
Además del lavado, hay una hipótesis más preocupante de por qué las mafias instalan miles de estas máquinas a pérdida: un mercado potencial es el de los menores de edad, que también está en la mira de los traficantes de drogas.
De la cifra que puede mover este mercado no hay cálculos confiables. Pero un dato puede dar idea de su magnitud: desde el 2014, las autoridades han incautado más de 11.000 tragamonedas. Este año van 6.391. Su entrada de contrabando al país es otro de los capítulos por establecer. “ Lo que están haciendo ahora es traerlas desguazadas, o bajo la excusa de re-manufacturadas y tienen sitios especializados para ensamblarlas ”, dijo el coronel William Valero, subdirector de la Policía Fiscal y Aduanera.
En Córdoba, el ‘clan Úsuga’ controla el negocio de las tragamonedas ilegales. El Gaula de la Policía dice que la banda obliga a los dueños de negocios a hacerles espacio a sus aparatos, y cuando estos son legales, es usual que los dueños paguen vacunas de entre 10.000 y 15.000 pesos diarios por cada una de ellas. Este año han sido capturados cinco delincuentes que estaban haciendo esos cobros.
En el Eje Cafetero, el grupo ilegal que monopoliza el negocio ilegal es la temida banda de ‘la Cordillera’. En Medellín, en el 2008 fueron asesinados dos funcionarios de Etesa (entidad reemplazada por Coljuegos) que investigaban las mafias detrás de las maquinitas. La ‘oficina de Envigado’ perpetró los crímenes y hoy, sus herederos siguen lucrándose directa o indirectamente de lo que producen miles de aparatos de apuestas en las comunas de la ciudad y en los municipios del valle de Aburrá.
Además de nutrir las arcas de los delincuentes, esas máquinas ilegales desangran el sistema de salud, que tiene en los juegos de azar una de sus principales fuentes de financiación. Al año, el promedio de impuestos que genera cada máquina legal llega a los dos millones de pesos.
Y los dueños de negocios de barrio que se dejan seducir por la idea de recibir algún dinero por dejar instalar las máquinas ilegales no saben que están jugando con candela.


