Según los pronósticos de unos cuantos -entre los cuales hay científicos, pero sobre todo charlatanes, hay hombres cultos y también muchos ignorantes- faltan 10 días y unas cuantas horas para el fin del mundo.
Es la segunda vez en menos de dos décadas que anuncian el final de esta partida con tal fuerza. La vez pasada fue a propósito del cambio de milenio, aunque los mensajeros de aquel falso apocalipsis no pudieron ponerse de acuerdo sobre la fecha: ¿teníamos permiso de vivir hasta el último día de 1999 o hasta el último del año 2000?
Lo cierto es que el primero de enero del 2001 se supo que ninguna de las fechas señaladas era la última de este mundo, y aquellos que habían creído el cuento del fin -y muchos de los cuales gastaron en viajes y en banquetes fortunas que no tenían- se sintieron ridículos por haberles dado fe a las palabras necias de tantos impostores.
Creo desde el fondo de mi corazón que esta vez se trata de algo distinto. Que hay sustento para creer que algo puede estar pasando, que algo fuera de lo común va a suceder. Pero también creo que hay muchas más especulaciones que verdades. Que hay más fanáticos que maestros tratando de analizar el tema.
Y, por supuesto, estoy convencido de que el mundo no se va a acabar.
No, al menos, por ahora. Y no se necesita ser profeta, científico, astrónomo ni astrólogo para predecir que la contaminación en todas sus formas, los cambios climáticos y la intolerancia -sobre todo la intolerancia- van a acabar con el planeta más temprano que tarde. O lo van a dejar sin gente, que es tal vez lo que ocurrió en otros de esos mundos que creemos inhabitados y que quizás alguna vez lo fueron. O tal vez lo son ahora mismo, con formas diferentes de la nuestra.
Dicen los que han estudiado a fondo y con seriedad las profecías de los mayas que no se acabará el mundo el próximo 21 de diciembre, sino que comenzará una nueva era en la cual terminarán por desaparecer, en buena hora, los sistemas basados en el miedo: algunas religiones, por ejemplo, al igual que ciertos modelos de gobierno.
También dicen que los esquemas netamente materialistas -vengan de donde vengan: naciones, empresas, personas, credos-, fuentes de odio y de injusticia, darán paso a modelos más equitativos y con propósitos que se alejan del egoísmo. Y sólo quienes los apliquen y defiendan sobrevivirán.
Estoy de acuerdo con Fernando Quiroz autor de este escrito.
Si es así, que llegue cuanto antes ese final anunciado.
Y bienvenidos los nuevos buenos tiempos.
Comentarios editor@mundovideo.com.co


