A pocos días de la segunda vuelta, la ciudadanía ya tiene claro lo bueno, lo malo y lo feo de los candidatos y sus programas, el dilema detrás de cada voto en blanco y la irresponsabilidad implícita en la abstención.
Así es que en esta columna no intentaré dar elementos que puedan inclinar la balanza de algún indeciso. El tiempo es un gigante de patas largas y pesadas que ya se nos vino encima; la suerte, la empatía, la lógica o la pasión ya están echadas. Hoy simplemente quiero recordar que el 20 de junio la vida sigue y de nada bueno habrán servido los mensajes que se han dedicado a manipular la salud mental de los votantes, llenándonos de falacias, infiltraciones y revelaciones sacadas de contexto.
Según un estudio de inteligencia artificial divulgado en W Radio, se han producido más de 26 millones de mensajes en contra de los candidatos presidenciales. El 67 % contra Petro y el 25 % contra Hernández.
Estamos saturados; las líneas rojas se volvieron unas pálidas curvas de caucho y la práctica de la política se degradó entre estrategias de desinformación y una infortunada versión de comunicaciones y mercadeo encargada de manosear a su antojo la mente de los electores.
“No me consuela que en otros países sea igual o peor. Esta campaña ha creado distancias innecesarias, ofensas y tristezas que nos habríamos podido evitar si nos hubiéramos concentrado más en analizar los programas que en odiar a los candidatos”
Nos faltó generosidad y nos sobró vehemencia,
nos faltó preocuparnos más por el futuro de los vulnerables que por nuestros propios riesgos,
nos faltó priorizar la dimensión nacional sobre el milímetro personal.
Para desarmar los espíritus y las palabras hay que ser valientes, humildes y serenos. ¿“Quién va a curar el corazón partío” de este país fracturado por nosotros mismos?
Sensatez ,


