En esta guerra de guerrillas que estamos viviendo desde hace demasiado tiempo en nuestra Industria hemos llegado a una particular guerra fría que es la guerra de lo invisible, de lo intangible, de inabarcable recorrido y consecuencias. El juego online, beligerante y afanoso, ha venido para quedarse pero en nuestra mano está también parar la convulsión que hace temblar nuestra sufrida trayectoria que ahora arde en silencio en este verano inmenso y desangelado.
Hay una astuta manera de hacer la guerra que consiste en la penalización del contrario. Y eso lo está haciendo muy bien la industria de juego presencial de Estados Unidos, con un aguerrido Sheldon Adelson a la cabeza de un movimiento cada vez más poderoso decidido a cortar de un tajo cualquier amenaza a sus empresas.
¿Por qué aquí no se alza una voz semejante, unitaria, penalizadora y alarmante? Aquí no. El poderoso estío de esta Industria profunda se divide en agotadoras y agresivas individualidades en lugar de demostrar que como Sector tenemos ideas propias, pertinaces y urgentes y, sobre todo, comunes. Pero nosotros tenemos la lamentable suerte de estar durmiendo con nuestro enemigo.
Cada día somos más y parece que tenemos menos ideas. Acabaremos siendo menos con casi nada que decir. Somos los que se van, decía Borges. Y somos también aquello que hemos perdido...
No entiendo este autoexilio que parece esconder un desconcertante sentimiento de culpabilidad. ¿Por qué la industria del juego en Estados Unidos es respetada, escuchada y puesta en consideración? ¿Por qué aquel país de contrastes puede sentirse orgulloso de tener una ciudad como Las Vegas y exportar al mundo una idea de ocio que aquí convertimos en un repudiable sentido de culpa que sobrevuela entre nuestras acciones y que provoca este aislamiento feroz por parte de la sociedad? Es la sombra de una Industria orgullosa sobre el sombrajo de un tinglado español.
Creo que este Sector merece hacerse oír, reivindicarse y acallar voces culpabilizadoras. Hacer verdadero propósito de enmienda porque nada hemos de ocultar. Estamos orgullosos de la riqueza creada. Y nuestras voces deben convertirse en una sola, valiente, orgullosa y también generosa.
*Jacqueline Mecinas, es Licenciada en Periodismo.


