La rápida proliferación de las apuestas deportivas en los Estados Unidos y las asociaciones resultantes con las principales ligas deportivas como la NBA, la NFL y la MLB han cambiado la faz de la industria para siempre.
Sin embargo, algunas de las consecuencias de esta expansión han sido tremendamente mal interpretadas por los principales medios de comunicación y, como tales, exponen algunos de los desafíos clave que enfrentamos al impulsar un juego en línea más legal y regulado en Asia.
El tema que nos ocupa se relaciona con las recientes prohibiciones impuestas a atletas profesionales que han sido sorprendidos apostando en sus propios deportes, una práctica que está prohibida por razones obvias de integridad.
El jugador de la NBA de los Toronto Raptors, Jontay Porter, y el ex jugador de cuadro de la MLB de los Pittsburgh Pirates, Tucupita Marcano, recibieron prohibiciones de por vida por apostar en juegos, mientras que una serie de jugadores de ligas menores recibieron prohibiciones más cortas por casos similares.
La respuesta, al menos de algunos comentaristas de los medios, fue predecible. Una “mala semana” para la adopción de las apuestas deportivas por parte del deporte, dijo uno. MLB se lo merecía, afirmó otro de la suspensión de Marcano. Estos argumentos pierden por completo el punto, porque la realidad es que todos estos fueron resultados positivos para el deporte profesional.
Una “buena semana”, se podría decir, si vamos a tomarnos en serio la integridad. Si bien no hay duda de que las apuestas deportivas son mucho más visibles hoy en día (y ciertamente se debe mantener un debate sobre el gran volumen de publicidad de apuestas deportivas que inunda las ondas), es ingenuo pensar que los jugadores no han apostado en deportes durante años.
Una historia famosa en los círculos de cricket australianos gira en torno a las leyendas de los partidos de prueba Dennis Lillee y Rod Marsh, quienes en 1981 hicieron una apuesta a que sus rivales Inglaterra ganarían la tercera prueba a mitad del partido porque las probabilidades de 500-1 eran simplemente demasiado buenas para rechazarlas. Es difícil imaginar que acontecimientos de este tipo pasen desapercibidos hoy en día.
Uno de los grandes beneficios de una industria del juego legal y bien regulada es la capacidad de detectar casos de actividad de apuestas inusual y cuándo alguien está apostando en circunstancias en las que no debería hacerlo.
Quizás sea el único medio verdadero de garantizar la integridad en un mundo donde los malos actores siempre buscarán obtener una ventaja. Esta es también la razón por la que los argumentos de aquellos que quieren que se prohíban los juegos de azar en línea, o que se manifiestan contra su legalización, a menudo fracasan. Los seres humanos, para bien o para mal, han disfrutado del juego durante milenios, y decirles que no pueden hacerlo nunca los detendrá.
Por eso la prohibición no hace que el “problema” desaparezca, sino que lo lleva a la clandestinidad. Si el objetivo es mantener la integridad y mantener alejados a los malos actores, entonces estas recientes prohibiciones de apuestas deportivas de alto perfil solo prueban que las autoridades de EE. UU. están en el camino correcto.
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