“No me pasa nada.”
Tres palabras que parecen insignificantes, pero que a menudo pesan más que un discurso entero. Detrás de esa respuesta breve, casi automática, puede ocultarse una tormenta emocional, una frustración que no encuentra salida o una tristeza que preferimos disimular antes que enfrentar.

Decir “no me pasa nada” es un mecanismo de defensa. Nos protege, pero también nos aísla. Es una forma de decir “no quiero hablar de esto”, aunque en realidad signifique “no sé cómo hablar de esto”. Según la psicología cognitiva, la negación es una de las estrategias más comunes para lidiar con el dolor emocional. Nos permite evitar temporalmente una emoción que sentimos demasiado intensa, hasta que tengamos la fortaleza para procesarla.

Pero el problema surge cuando esta negación se convierte en costumbre. Cuando usamos esa frase no para tomar aire, sino para construir una pared. A veces no queremos preocupar a los demás, otras veces nos sentimos culpables por sentirnos mal, y en ocasiones simplemente tememos que, si empezamos a hablar, no sabremos cómo detenernos. Sin darnos cuenta, vamos convirtiendo el silencio en un refugio… o en una prisión.
En culturas como la nuestra, donde la fortaleza se confunde con el silencio, decir “no me pasa nada” puede ser un acto aprendido. Nos enseñaron que mostrar vulnerabilidad es debilidad, que quien siente demasiado “no controla sus emociones”. Así, preferimos fingir calma mientras por dentro todo se desordena.
Pero reconocer lo que sentimos no nos hace débiles, nos hace humanos. Admitir que algo duele no significa rendirse, sino empezar a sanar. Hablar con alguien de confianza, escribir lo que sentimos o simplemente reconocerlo frente al espejo puede ser el primer paso para liberarnos de esa frase que tanto calla.

No siempre hay que tener una respuesta lista. No siempre hay que mantener la sonrisa. Hay días en que lo más valiente que podemos hacer es admitir que algo nos pasa, que algo nos pesa. Porque el cuerpo y la mente encuentran formas de hablar cuando nosotros no lo hacemos: el insomnio, la irritabilidad y el cansancio emocional son su manera de recordarnos que el silencio también tiene consecuencias.
Si hoy alguien te pregunta cómo estás y te descubres a punto de decir “no me pasa nada”, detente un segundo. Respira. Tal vez sea el momento de responder con algo más honesto: “no estoy bien, pero estoy intentando estarlo”. A veces esa frase sencilla puede ser el comienzo de un cambio profundo.
No es necesario tener todas las respuestas, ni disculparse por sentir. A veces lo que más necesitamos no es que nos digan “todo va a estar bien”, sino que alguien nos escuche sin prisa, sin juicio, sin tratar de arreglarnos. Detrás de cada “no me pasa nada” hay una historia que merece ser contada, y una voz que está esperando permiso para hablar.
Este es un servicio más de Mundo Video® ,
No vendemos máquinas.Vendemos rentabilidad comprobada.💎













![El poder es un juego, no es azar [ VIDEO ]](https://www.mundovideo.com.co/wp-content/uploads/2025/08/MundoVideoCast2025.jpg)














