Lo que empezó como un pequeño negocio de azar ilegal, conocido como “La Blanquita”, debido a que los talonarios del chance no tienen nombre ni logotipo que los identifique, hoy es un pulpo con extensos tentáculos que sobrepasan los límites de los sectores populares donde nació, para llegar, incluso, a los estratos más altos de Barranquilla.
El juego clandestino surgió hace apenas un año en el Centro y mercado público, y en poco tiempo amplió su cobertura a casi todos los barrios de la ciudad y a muchos municipios atlanticenses, vendedores que se desplazan a pie, al parecer, sin ningún control de las autoridades.Se estima que son más de tres mil vendedores a pie los encargados de ofrecer ‘La Blanquita’, con el incentivo para los apostadores de no pagar el IVA del 16%, sin importarles que estén evadiendo la ley y afectando los recaudos del Estado.
Lo peligroso de estas apuestas es que “atentan contra los ingresos de la salud, convirtiéndose en el mayor peligro para la población más pobre del Departamento, pues no cumplen con los aportes del 12% que establece la ley para el chance legal”, indica Luis Fernando De la Peña, gerente de Edusuerte, entidad que regula los juegos de azar en el Atlántico.
Cifras alarmantes, el gerente de Uniapuestas, Lisandro López Pastrana, reveló que en el último año las apuestas legales bajaron más de un 10% y, por ende, también las transferencias al sector salud, que en 2010 fueron de $10.362 millones 558 mil 160, informó De la Peña.
“Esta lucha contra la ilegalidad tiene que ser muy directa y con mucha fuerza para poder contrarrestarla. Hay un número considerable de personas que tienen ese negocio clandestino y operan casi libremente porque lo ofrecen ya no solamente en los estratos 1,2 y 3, sino en 4, 5 y 6, cosa que antes no sucedía”.
Por su parte, el gerente de Edusuerte considera que “hace falta más compromiso de las autoridades competentes, como alcaldes municipales, Policía, fiscales y jueces, para acabar con el flagelo que tiene consecuencias nefastas para la población más necesitada del Departamento”.
“Pero —puntualiza— el principal control debe provenir del ciudadano. Que entienda que jugar La Blanquita es atentar contra su salud y la de su familia”.

























