Según Trend Micro, compañía que realizo un estudio en el sector de los eSports, las ciberamenazas aumentaran en esta industria sobre todo en los próximos tres años, esto debido a que los ingresos para este sector aumentan exponencialmente, para 2021 se prevé unos 1,700 millones de dólares, razón que hace más atractivo este mercado para los hackeos.
Inclusive, desde 2010 los ciberdelincuentes se dirigen a la comunidad de jugadores para el robo de datos, ransomware, ataques de denegación de servicio distribuido (DDoS) y hackeos de hardware, entre otros tipos de ciberdelincuencia, amenazas a los que ahora los jugadores de eSports, empresas de juegos, patrocinadores y espectadores también estarán expuestos.
En primer lugar, las trampas y servicios de hacking florecerán en la clandestinidad, de hecho, afirman que los foros ya están repletos de trucos que dan a los jugadores una ventaja injusta, servicios de aumento de puntuación y el boosting, el cual permite que el jugador le pague a otro para que lo aumente de nivel en el juego.
Por su parte, los jugadores continuarán buscando hacks de hardware personalizados ofrecidos en el mercado negro que los jugadores pueden utilizar en competiciones. Mientras que los servicios DDoS se utilizan para interrumpir los juegos, en el sentido de que los ciberdelincuentes pueden exigir dinero de los torneos a cambio de detener los ataques, comprometiendo la vulnerabilidad para robar información e interrumpir los servicios, y se incrementará el uso malware o programa maligno en español, dirigido contra marcas de alto perfil, es decir, apuntarán cada vez más a víctimas famosas.
Los hackers también se centran en las credenciales de información personales y bancarias de los jugadores para acceder a sus detalles bancarios o información personal que se pueden vender en foros clandestinos.
Además, aumentarán los ataques dirigidos y por motivos políticos y con objetivos bien definidos a medida que crece el número de espectadores. Todos estos ataques pueden provocar el robo de identidad, pérdida financiera y daño a la reputación de anunciantes y patrocinadores que podría provocar la pérdida de ingresos.


