Los sectores automotor, electrónico y manufacturero enfrentan una crisis a nivel mundial que esta siendo impulsada por los graves problemas logísticos, haciendo que estos sectores fuesen los más golpeados por una demanda global que ha limitado la producción y un desastre logístico que no pueden controlar.
Una situación que ha puesto en jaque a cientos de industrias que se derivan de las mencionadas anteriormente, y por consecuente a la economía misma, los cierres indiscriminados y lo que ello implica para los sectores productivos son uno de los agravantes previsibles ante esta situación. Pero la reactivación comercial trajo nuevas demandas y desafíos. Hoy, se habla de una crisis de suministros de contenedores, que, entre otras cosas, ha impulsado la escasez de chips y semiconductores, afectando a industrias como la automotriz, manufacturera y, por supuesto, tecnológica, golpeando la producción de celulares, juegos de suerte y azar, y consolas de videojuegos, hecho que persistiría hasta 2023.
Para comprender cual es la raíz de esta situación tan dramática a nivel mundial, se debe comenzar por comprender que el transporte del mismo no es el factor fundamental o un elemento de mucho peso en este problema. Pero si, la reducida cantidad de inventario existente y lista para ser despachada.
Nos encontramos en una situación paradójica, pues esta semana, se conmemora medio siglo del primer microprocesador de Intel, piedra angular de la tecnología moderna.
El mundo que se vio obligado a estar altamente dirigido por la tecnología debido a las medidas de aislamiento que provoco el Covid-19, incrementando la demanda de consolas para videojuegos, computadores, celulares para redes 5G, equipos médicos y hasta automóviles.
Sin embargo, el ritmo de fabricación y distribución de los chips que les permiten funcionar no se ha sabido adaptar a este frenesí, llegando a protagonizar lo que hoy se conoce como la crisis de los chips.
Una reducida cantidad de elementos primarios, han complicado la producción de estos microchips que son las piezas claves de los productos. Incluso, los grandes productores como Intel, Samsung, Texas Instruments, Nvidia, Qualcom o AMD han debido salir a anunciar una incapacidad para producir la cantidad necesaria de piezas a un ritmo frenético y al que no se habían enfrentado antes.
Si bien durante la pandemia se logró suplir la necesidad para conectar y mantener comunicado al mundo mediante dispositivos electrónicos, la apertura de fábricas de producción de otra cantidad de elementos que también emplean los chips como parte fundamental de su ensamble, obligó a incrementar, sin mucho éxito, el ritmo de elaboración.
Una muestra visible de la crisis son los interminables tiempos de espera a la hora de comprar un vehículo en Colombia en estos momentos. En empresas como Toyota, dependiendo del modelo los tiempos de espera para la entrega de su vehículo van desde los 3 meses hasta año y medio sin importar si lo paga de contado.
Renault, aseguró en octubre que reduciría mucho más de lo pensado la producción de automóviles. La firma francesa fabricará alrededor de 500.000 vehículos menos, lo que equivale a casi una quinta parte de la producción del año pasado en medio de la falta de componentes. De hecho, ante la suspensión de trabajos en grandes fábricas de vehículos, las ventas en Europa parecen van a caer por debajo de los niveles más precarios de 2020.
Volvo y Volkswagen AG, no prevén que la producción de automóviles en Estados Unidos vuelva a niveles normales hasta el segundo semestre de 2022 tras los brotes de covid-19 en Malasia que provocaron una nueva ola de problemas en la cadena de suministro.
Otra de las compañías que ha destacado las serias consecuencias por la escasez de chips ha sido Apple, que proyectaba un recorte en sus objetivos de producción del iPhone 13 para 2021 visualizado en hasta 10 millones de unidades. La compañía esperaba producir 90 millones de nuevos modelos de este celular para el último trimestre del año, aunque ya ha mencionado que el total será menor debido a que Broadcom Inc y Texas Instruments Inc están teniendo problemas por entregar componentes suficientes.
“Creo que con la pandemia estas cosas han cambiado de forma permanente, con lo cual vamos a ver cómo se construyen nuevos ordenadores” Jensen Huang, CEO de Nvidia, productor de chips
Abrir nuevas instalaciones para la creación de chips supone una inversión multimillonaria, lo que cierra la puerta a la aparición de nuevos fabricantes y ha hecho que las industrias dependan enteramente de unos pocos conglomerados.
Este paradigma, se vive igual en los manufactureros de maquinas para casinos, pues es una industria que sin duda necesita de chips para poder poner en funcionamiento sus productos. Es de esperar tiempos de entrega amplios, escasez de productos e incremento de precios argumentado por el elevado precio del dólar, la complicada situación logística y ahora la crisis del chip.
La crisis también debe leerse desde un lado político
Para 2020, las ventas de semiconductores llegaron a US$439.000 millones, lo que representó un incremento de 6,5 % frente a los números registrados en 2019 (US$412.300 millones), de acuerdo con la SIA, gremio global de los fabricantes de esta tecnología. Las cifras demostraron la creciente demanda de chips que llegó con la pandemia, crisis que, además, tuvo sus primeros efectos en Asia, en donde se aloja una porción importante de fábricas de estos dispositivos.
Desde la era Trump, Estados Unidos ha incluido a más de un centenar de empresas asiáticas en su lista de bloqueo con el fin de impedirles acceso a tecnología estadounidense sin una autorización específica.
Washington argumenta que busca defender la propiedad intelectual de empresas locales, muchas de ellas diseñadoras y comercializadoras de chips y semiconductores, sin embargo, China lo ha interpretado por el contrario como una jugada para bloquear a compañías asiáticas del mercado occidental.
El pasado junio el Senado estadounidense aprobó US$50.000 millones para apoyar al sector de los microchips en su paquete de financiación y reactivación. China, tampoco se ha quedado atrás en esta lucha donde destino aproximadamente US$170.000 millones en los últimos siete años para apoyar este sector.
Ambos países saben que quien domine esta tecnología tendrá el músculo suficiente para impulsar la fabricación de equipos de telecomunicaciones para las próximas redes 5G, el diseño de celulares o el manejo de datos para usos industriales y ciudades inteligentes, por ejemplo.
En estas tensiones geopolíticas también entra a jugar Taiwán, uno de los principales fabricantes de chips en el mundo, junto con Corea del Sur. Las tensiones entre China y Taiwán han escalado hasta el punto en que medios chinos señalaron que el presidente Xi Jinping le dejaría claro al mandatario estadunidense Joe Biden que “China se reunificará con Taiwán sin importar el costo”.
En este escenario se enmarca una de las principales crisis económicas que aquejan al mundo y que ha retrasado la recuperación de varias potencias. EE. UU., Europa y China están dispuestos a dar la pelea y quedarse con el mayor pedazo de la torta: anunciaron planes de inversión de US$52.000, US$15.000 y US$80.000 millones respectivamente para los próximos tres años exclusivamente en este sector.
El efecto de una ausencia en un flujo regular de suministros, o lo que también se ha conocido como la crisis de los chips, no solo se limitará a una escasez de productos en el mercado, sino que naturalmente los precios se elevarán, lo que a su vez repercutiría en una presión inflacionaria que pondría en aprietos la economía. Esto por cierto, obligara a todos los afectados a evolucionar, y adaptarse a las realidades del mercado, en lo que seguramente encontraran una solución para poder cumplir con la demanda de sus equipos.


