¿Tenemos buenos jefes? ¿Somos buenos jefes? Son dos preguntas cuya respuesta, en la mayoría de los casos, lamentablemente es “no”. En casi todos los procesos de coaching en los que he participado, antes o después, surge la queja, cuando no el llanto: “¡Mi jefe es terrible!”. ¿Por qué es difícil tener un buen jefe?
En mi opinión, es difícil tener un buen jefe porque es muy difícil serlo. La mayoría de los jefes gastan todas sus fuerzas en la gestión de procesos y no de personas, gastan todo su tiempo y energía en los intereses de la compañía y se olvidan del de su capital humano. Obviamente, antes o después, las personas, que no son máquinas, se resienten.
Donald McGannon, un experto en liderazgo que en vida manifestó una gran preocupación por las relaciones basadas en una sana comunicación y en la ética, afirmó: “Un buen jefe sabe fijarse en los puntos fuertes de la gente y no en sus debilidades”. ¿Sabemos hacerlo? ¿Conocemos a fondo las fortalezas de nuestro equipo, de nuestros top talent? Mi experiencia es que no.
Todos los seres humanos tenernos fortalezas y debilidades. Todos, de manera más o menos visible, más o menos consciente, tenemos potencialidades que nos llevan tanto al éxito como al fracaso, o mejor dicho, tenemos potencialidades que nos permiten alcanzar o no los resultados que deseamos. Generalmente un jefe se fija sólo en las potencialidades visibles de resultados, cuando el secreto está en descubrir esas potencialidades invisibles, darles cauce, motivar y apoyar esas potencialidades en la dirección de la misión y visión de la empresa. Pongamos un ejemplo reciente. Hace pocas semanas, en un proceso de coaching que adelanté en una empresa a uno de los gerentes, en un momento de la sesión, él me hizo el siguiente comentario:
-No sé cómo motivar a mi gente, a veces pienso que no tengo a la gente adecuada, además tengo un jefe insoportable.
El comentario no era banal y planteaba tres cuestiones distintas: motivación, capital humano y relación con el jefe. Le pregunté:
-¿De qué tema quieres hablar
-De cómo motivar a mi gente –me dijo.
-Dices que no sabes motivar. ¿De verdad crees que no sabes motivar a tu gente?
-Sinceramente no lo sé, respondió.
-Si tuvieras que darte una nota de 0 a 10 de tu capacidad de motivación, ¿qué puntaje te pondrías?
-4, 5, 6…no sé.
-No es lo mismo 4, 5 o 6. ¿Qué nota te pondrías? Dime una, no tres.
-Mmmm, entonces… un 7.
-Ok –respondí-, un siete sobre diez no está mal. Te das un siete pero a veces te sientes como un “cuatro”.
-Sí, exacto -dijo.
-¿Y cuál crees que es la causa de que te sientas un “cuatro”. ¿Quizá que no tienes a todas las personas adecuadas en los cargos adecuados? ¿O más bien tu relación con tu jefe?
-No tener a las personas adecuadas, no estamos alcanzando los resultados. Mi relación con mi jefe sería perfecta si a estas alturas del año hubiéramos alcanzado las metas.
Era claro que el problema que más preocupaba a mi cliente era que no se estaban consiguiendo los resultados esperados, y estábamos ya en septiembre, es decir, gran parte del año había pasado. A continuación, empezamos a hablar de cada una de las personas claves. Por ejemplo, hablando de uno, me dijo que no aceptaba hacer las cosas de manera diferente, que era presumido, brusco, dictatorial y mal oyente, no escucha.
-¿Cuáles son sus principales fortalezas?, pregunté.
Gran silencio.
A lo largo del proceso, mi cliente descubrió que no acababa de conocer bien a su gente y que en los malos momentos su atención se centraba en las debilidades de su equipo. Precisamente en momentos de crisis, cuando los resultados no llegan, es el momento más importante para fijar nuestra atención en las fortalezas de la gente. Este es el secreto de un buen jefe. En el caso anterior, los rasgos de eficacia eran claros. Estábamos ante una persona directa y segura de sí misma, que aprovecha los retos, competitiva, orientada a los resultados y sin miedo al enfrentamiento.
No es fácil ser un buen jefe porque no es fácil ver, en medio de los problemas, las soluciones y oportunidades que hay en las fortalezas de las personas con las que trabajamos.
Tagore afirmó: “No es tarea fácil dirigir a hombres; empujarlos, en cambio, es muy sencillo”. ¿Están de acuerdo con el gran sabio oriental? Yo sólo en parte. Comparto que no es fácil dirigir personas, pero no que sea fácil empujarlas. Antes era posible dirigir a personas como si fueran máquinas u ovejas. Hoy en día, ya no es posible.
Pablo Álamo Coach certificado
Investigador de temas de empresa y humanismo
Universidad Sergio Arboleda
Twitter: @pabloalamo


