De tantos errores que he cometido aprendí a ganar un poco; de tanto llanto se me dibujó la sonrisa que tengo. He caído tanto, que sólo me queda levantarme y volver a intentarlo. Toqué tantas veces fondo, que cada vez que tropiezo, doy un paso más grande. Me asombro tanto de lo que es capaz el ser humano, que aprendí a ser yo mismo. Tuve que quedarme solo para aprender a estar conmigo mismo y para reconocer que soy mi mejor compañía. Di tantas veces la mano al otro y que me tomaran el brazo, que aprendí a esperar a que me necesitaran.
Siempre quise que todo fuese perfecto, pero comprendí que todo es tan perfectamente imperfecto como debe ser, incluyéndome .
Entendí que no se trata de hacer mucho sino solo lo que debo, y de la mejor forma que puedo, los demás que hagan lo que quieran. He visto tantas personas tener afán sin sentido, que aprendí a ser lento para apreciar el recorrido. Aprendí que todos tenemos algo seguro en la vida, la muerte … por eso disfruto el aquí y ahora.
Aprendí a no obligar a nadie a quedarse, pero estarán conmigo el tiempo que quieran y deban estar. Quien realmente está interesado en mí, me lo demostrara más no se lo pediré.
Los amigos son reales, pero pocos. Ser fiel no es una condición de un contrato, sino un verdadero placer. Esto es vivir… La vida es bella tal y como es, con sus días grises y soleados…
Disfruto cada paso del proceso, incluso de los errores, y dejaron de ser mi martirio. Suelen ser un recuerdo amargo que te impide seguir adelante. Las heridas fuertes nunca se borran de tu vida, pero siempre hay una cura que te ayuda a sanar. Camina hacia delante, todo siempre mejora.
Forzar demasiado las cosas es un error, las mejores cosas de la vida suceden cuando menos te las esperas. No las busques, ellas te buscan… Lo mejor está por venir.
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Este poema llamado Instantes fue escrito por la poeta norteamericana Nadine Stair, en 1978.
