La reciente aprobación del proyecto de ley en Colombia que incorpora los eSports al Sistema Nacional del Deporte marca un hito. Por primera vez, los videojuegos competitivos dejan de ser vistos como un pasatiempo informal para ser reconocidos como disciplina con respaldo institucional. Pero, como todo avance, esta legalización trae consigo interrogantes éticos y regulatorios que no podemos ignorar. Uno de ellos es crítico: ¿estamos dejando la puerta abierta para que los menores terminen apostando bajo el amparo de la ley?

Aunque el texto normativo habla de profesionalización, federación y desarrollo, los eSports se han convertido en una vertical de alto impacto económico en los modelos de apuestas online. Así lo ha demostrado el crecimiento de plataformas que ya permiten pronósticos en vivo durante torneos, una dinámica que puede parecer inofensiva pero que requiere monitoreo estricto. No es un juego menor: las apuestas ligadas al entorno gamer pueden convertirse en una vía de entrada para hábitos que deben ser restringidos para menores.
En Estados Unidos, el reciente Family Amusement Wagering Prohibition Act (HB 5832) busca evitar justamente eso: que espacios como Dave & Buster’s, pensados como centros familiares, sean utilizados como zonas grises para introducir apuestas en ambientes donde hay presencia juvenil.
El mensaje es claro: cuando se normaliza apostar sin barreras, el daño es profundo. En Colombia no podemos darnos el lujo de repetir el error. Así como defendemos la libertad creativa y el crecimiento del sector, debemos proteger con el mismo rigor su integridad.

Una industria innovadora es también una industria responsable. Implementar soluciones tecnológicas, generar entornos controlados y promover buenas prácticas no es solo deseable: es urgente. Como ha demostrado el sector en otras áreas, con propuestas que se destacan por su alto rendimiento y estructura sólida —auténticos referentes en el ecosistema del juego legal—, es posible avanzar sin poner en riesgo a los más vulnerables. Ser imbatibles en el cumplimiento normativo no es solo una meta, es un principio. Porque lo que está en juego no es solo el futuro de los eSports, sino el de toda una generación.


