Hay algo que ocurre cuando se acerca un fin de semana largo: todos asumen que vas a salir. Que vas a empacar maleta para irte para la finca, a cuadrar visita donde tu mamá, a sacar a los niños “porque toca” o a cumplir algún compromiso social “porque ya dijeron que íbamos”.

Y si decides quedarte en casa, más de uno te mira como si te faltara algo. “¿No vas a hacer nada?”, preguntan. Como si descansar no fuera válido…
Pero quedarse en casa sí es hacer algo. Es elegirte. Es volver a ti. Es tomarte el café sin afán, terminar esa serie, regar las matas, armar el álbum de fotos que llevas posponiendo, dejar la mente en blanco o quedarte en pijama todo el domingo.

Y eso, en estos tiempos, es un acto de autocuidado y rebeldía silenciosa.
No se trata de evitar el mundo, sino de dosificarlo. Porque también es cierto que hay fines de semana en los que uno se va porque toca, no porque quiere. Y ahí es donde empieza a doler el tiempo.

La psicología lo dice claro: quienes disfrutan la calma del hogar no son antisociales ni raros. Son personas que escuchan sus propios ritmos. Que saben que no siempre es afuera donde pasan las cosas más importantes.
Y que a veces, la mejor forma de estar con los que uno quiere… es cuidarse para poder dar una mejor versión cuando llegue el momento.

¿Que hay planes afuera? Bien.
¿Qué tú prefieres estar en casa este lunes festivo? Mejor.
No necesitas permiso para elegir paz. Solo una decisión honesta.

Y si alguien insiste en preguntarte por qué no saliste, ni te desgastes explicando…a veces basta con una sonrisa tranquila… y con saber tú mismo que no hay mejor lugar que donde estás en paz.

Recuerda que DETENERSE también hace parte de AVANZAR 💎💎


