Ya estemos conociendo a alguien o llevemos tiempo viviendo en pareja, resulta fácil perderse en el farragoso mundo de las relaciones, y más aún cuando luchamos por construir nuevas formas de vivir los apegos, pese a haber aprendido que el amor es aquello que pasa las películas románticas.
Tenemos pocos referentes sanos, aceptémoslo. En este intento por deconstruirnos para relacionarnos mejor, la comunicación se ha erigido en uno de los pilares fundamentales; gracias a ella seremos capaces de poner límites (y aprender a decir no), de expresar nuestras necesidades y de construir puentes que nos acerquen durante los desacuerdos. Sin embargo, también aquí estamos perdidos y, bajo el estandarte de la sinceridad, solemos cometer más de un sincericidio en nombre del amor.
Aunque sorprenda, decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, no es, ni de lejos, una manera sana de relacionarnos, y es que a menudo ocurre que se tienen en cuenta los sentimientos de la otra persona.
“Decir la verdad sin filtros, sin tapujos, sin tener en cuenta lo que siente la otra persona es un sincericidio, es ‘vomitar’ lo que piensas sin empatía”.
La experta afirma que tanto mantener una comunicación abierta como actuar con sinceridad son ingredientes necesarios para construir una relación que se mantenga sana en el tiempo. No obstante, en este empeño por querer ser lo más transparentes posible, muchos se olvidan de la responsabilidad afectiva, y van soltando lo primero que les pasa por la cabeza sin detenerse a pensar en el impacto que pueden llegar a tener las palabras en la otra persona;
“Comunicarnos de forma sana supone hablar, preguntar, escuchar, responder, negociar para llegar a acuerdos… es saber que puedo hablar con el otro de cualquier cosa sin temor a la crítica o al enfado”
“Un ejemplo que suelo utilizar en consulta es el siguiente: imagina que tu pareja, a la que no le gusta cocinar, ha estado toda la mañana preparando tu comida preferida. Llega la hora de comer y al probarla te das cuenta de que no está del todo buena.
Cuando te pregunta qué tal está,
- ¿le dices que está malísimo?
- ¿Cómo crees que se sentirá? No se trata de mentir para no herir a tu pareja, pero sí de “ponerte en el lugar del otro y reflexionar antes de hablar”,
Sincericidio como ejemplo de comunicación tóxica
Al final hablamos de carencias emocionales y falta de habilidades sociales. Muchas personas se comunican a través de sincericidios bajo el mantra de “yo soy así”, cuando lo cierto es que se esconden altas dosis de manipulación y rasgos pasivo-agresivos
“Lo que la mayoría de las personas buscamos en nuestra pareja no es el extremo de la sinceridad sin límites, sino la sinceridad aderezada con valores como el afecto, la dulzura, la aceptación y el amor. De eso se trata una relación de pareja sana, de que nos genere bienestar”,
Aquí queda de manifiesto que el objetivo de contar algo es únicamente dañar al otro, buscando generar una respuesta determinada para tomar el control de la situación. No olvidemos que la sinceridad siempre trae consigo una intención reparadora y constructiva, lo que busca es provocar algo positivo y hacer crecer a la pareja; en casos en los que la comunicación se vuelve contraproducente, estaríamos hablando de sincericidio.
“en las relaciones de pareja debemos ser sinceros, pero hay cosas que no se tienen que decir, porque de hacerlo, no aportaríamos nada a la pareja, solo sufrimiento”.


