Mientras en Colombia sigue vigente la investigación contra Eric Silverstein, acusado de lavado de activos y contrabando de tragamonedas, en Florida estalla un escándalo paralelo que revela la magnitud de los ingresos ilegales generados por el sector informal del juego. En ambos casos, las máquinas tragamonedas son el epicentro de estructuras criminales que operan bajo fachadas legales.
El sheriff del condado de Osceola, Marcos López, fue arrestado el pasado 5 de junio por presuntamente participar en un esquema de protección a un club ilegal de juegos, que operaba con más de 100 máquinas sin licencia bajo el nombre de Fusion Social Club, en Kissimmee. El negocio habría generado más de 21 millones de dólares entre 2021 y 2024, según la fiscalía estatal. López habría recibido hasta 700.000 dólares en pagos encubiertos por facilitar la operación y evitar redadas.

El caso guarda inquietantes similitudes con el de Eric Silverstein, investigado en Colombia por importar y comercializar gabinetes de máquinas usados sin autorización de Coljuegos. Documentos judiciales indican que más de 400 máquinas fueron introducidas al país bajo empresas fachada, lo que habría producido movimientos financieros por encima de los 1.200 millones de pesos colombianos (más de USD 300.000) en un año.

Ambos casos comparten no solo la presencia de máquinas ilegales, sino la utilización de figuras de poder y estructuras aparentemente legales para encubrir negocios criminales. En el caso de Silverstein, se investiga si operadores locales actuaron como intermediarios para legalizar equipos sin procedencia clara.
Mientras tanto, Coljuegos y la DIAN intentan cerrar filas ante un modelo de operación que vulnera las finanzas públicas y desestabiliza el mercado regulado.
Las coincidencias entre López y Silverstein confirman que el juego ilegal no es una práctica marginal, sino un negocio de múltiples millones con capacidad de infiltrarse en las instituciones. Si en Colombia no se fortalecen los controles aduaneros y los procesos de legalización, estos modelos seguirán replicándose, poniendo en riesgo la integridad del sector.


